Hoy quisiera expresar mi orgullo por mantener mi virginidad relacionada al alcohol en gel. Si bien es un producto que existe desde hace años, es el mito de esa tal "gripe porcina" que ha inducido en este híbrido de la higiene un crecimiento exagerado en sus venta, bajo la mejor publicidad del mundo: los informativos contando muertos por esta pseudo-pandemia durante 2 o 3 meses.
Me he negado rotundamente a humedecer mis extremidades con esa mierda. Todos sabemos que el alcohol que hace bien es el que se sirve en un vaso, eventualmente acompañado con un par de cubitos de hielo, y se vierte en el garguero provocando un disfrute infinito. O sino el que es azul, y sirve para prender fuego cosas... ese también es bueno. Pero como no creo que haya nadie que niegue los innumerables beneficios de la ingesta de bebidas alcoholicas con fines médicos, no me pienso detener en ese tema.
Hace como un mes, la vida me puso en una encrucijada poniendo en riesgo mi virginidad relativa a este producto. Fue en el cine, y seguramente tenía las manos muy sucias. Me dirigí a comprar pororó dulce (como corresponde) y un refresco cola sabor lima-limón, y en el mostrador erguía un dispensador de alcohol en gel (rosado para peor). La gente no paraba de untárselo, y fregaba sus manos confiando en las ventajas sanitarias del producto. Cuando fue mi turno sentí la presión: la gente me miraba mientras recibía el cambio, ya con las palomitas de maiz en la mano (en realidad estaban en una caja de cartón, y yo sostenía a esta última). El baño estaba lejos, escaleras de por medio, y era obvio que no iría hasta allí a higienizarme con jabón, como dios manda. Me di vuelta, y con la frente en alto y el orgullo a flor de piel pasé por al lado del dispensador sin hacer uso del mismo. Desde ese día me prometí conservar ese dignificante orgullo hasta las últimas consecuencias, porque si hay algo más humillante que enfermarse de algo que viene de un chancho o está vinculado a ese asqueroso ser viviente, es usar alcohol en gel.
Así es que gozo de buena salud, y no tengo otra cosa que recomendar el mejor remedio del mundo para mantenerse alejado de las pestes: lo mejor es no lavarse las manos... nunca. Las mismas cosas con bacterias y bichos que uno toca, van matando a las que ya están en nuestras manos, y así nos mantenemos sanos. Pero si en algún momento esta receta causa problemas (mal olor, gangrena, etc) lo mejor es agarrar un jabón buldog y una esponja de aluminio y raspar las palmas de las manos, pero sin agua. Eso mata todo, por eso todo el tiempo llevo en mis bolsillos estos estandartes de la higiene que me mantienen alejado de las patologías más graves.